Géneros narrativos 7. Novela histórica
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La popularidad actual de la novela histórica ha hecho que éste sea un género muy atractivo para autores, tanto noveles como consagrados, que tienen una buena formación en historia o la curiosidad necesaria para formarse ellos mismos. La principal baza de estas novelas es la ambientación, basada en un escenario basado en una situación real pero que corresponde a un pasado más o menos lejano, por lo que el resto de las características de la obra (trama, personajes, finalidad) admiten muchas variaciones distintas.
Los fines que pueden llevar a un escritor a escribir una novela histórica son muy distintos, y de ellos dependerá que el resultado tenga un grado mayor o menor de ficción: desde el realismo de las novelas de costumbre hasta las que se ubican en un período histórico por simple comodidad del escritor, pasando por las que opinan sobre determinados hechos históricos, los plantean de forma diferente o incluso ironizan sobre ellos.
En cualquier caso, como una novela se construye con personajes que no siempre están gobernando un país, lo más importante será reflejar la realidad del momento histórico desde lo más básico: las comidas, los vestidos, el transporte, la forma de relacionarse... Todos esos detalles ayudarán al lector a entrar en el tiempo de la novela y darán a nuestros personajes la humanidad necesaria para que el lector pueda interesarse por ellos. Nunca debemos olvidar que la barrera del tiempo que existe en la realidad del lector debe romperse en la novela.
Asimismo, es importante destacar que solemos hablar de novela histórica siempre que la ambientación corresponde a una época que, en el momento de la escritura, ya ha pasado. Si utilizamos una época actual, hablaremos de narrativa de no-ficción o narrativa documental
Documentación
Este proceso es quizá el más largo, y requerirá una serie de pasos:
1. Delimitar grosso modo la época y el lugar en los que queremos ambientar nuestra novela. En un principio, podemos escoger una época amplia, como el imperio etrusco o el siglo XVIII pero, a medida que avancemos en nuestra documentación, deberíamos ir afinando mucho más; lo mismo haremos con el escenario.
2. Documentación general. En esta fase, leeremos y recogeremos todos los datos importantes sobre la época y el lugar escogidos (grandes eventos históricos, personajes más notables...) y sobre los lugares más cercanos o que más relación tienen con el que hemos escogido. Por ejemplo, si elegimos la época de los faraones, tendremos que leer también sobre su relación con el Imperio Romano.
3. Delimitación del tiempo y el lugar. Tras esta primera toma de contacto con el contexto histórico, es hora de situarnos de una manera más clara. En este punto, deberíamos ser capaces de decidir el momento histórico y el lugar exacto en el que tendrá lugar la acción. Geográficamente, deberíamos marcarnos una zona muy concreta, casi una ciudad; históricamente, deberíamos delimitar entre un siglo (para épocas muy antiguas) y un mes (para historia muy reciente).
4. Documentación específica. Ahora que sabes exactamente dónde vas a moverte, es hora de buscar los detalles que pasaste por alto en la fase 2. En este punto, investigarás sobre las biografías de los principales personajes de la época, las ciudades o asentamientos, la arquitectura y, sobre todo, la historia inmediatamente anterior. No olvides que tus personajes no han aparecido de la nada en la época y el lugar que les has marcado, sino que viven en ella, y conocen al menos la historia más reciente, la que les han contado sus padres y abuelos. Sería interesante que trabajaras también esos personajes y su implicación en la historia: si estaban a favor o en contra de tal ley, si protagonizaron una revuelta, si conocieron a algún duque... Todo eso ayudará a anclar al personaje a su propio tiempo.
5. Usos y costumbres. Una vez que ya has reunido suficiente información histórica sobre "gente importante", es hora de dar color al pueblo: interésate por los medios de transporte, las relaciones diarias de la gente, la forma de organizar el hogar, las comidas, las modas... En esta labor pueden ayudarte mucho algunas enciclopedias y las organizaciones de recreación histórica: casi todas tienen páginas web en las que podrás ver los trajes típicos, las formas de ocio e incluso algunas curiosidades y anécdotas.
Trama
En función de cuál sea el motivo por el que hemos elegido la época, la trama podrá estar dirigida de una u otra manera:
- Si nuestra intención es simplemente mostrar el momento histórico al lector, la trama será más sencilla y los personajes posiblemente sean de clase media o baja y sufrirán directamente alguna política o hecho histórico que consideremos central en nuestra novela.
- Si queremos mostrar un punto de vista novedoso sobre un hecho histórico, podemos valernos de algún personaje conocido y contar su vida de manera un poco más cercana o partir de un personaje que en principio no tiene nada que ver con el hecho histórico pero que se ve afectado de alguna manera. Si además nuestro personaje es irónico, podemos incluso crear una novela de humor.
- Si lo que pretendemos es crear una historia alternativa, tendremos que tener especial cuidado con los datos que vamos a reinventar: el lector no debe poder reconocer qué es verdad y qué es ficción dentro de la historia, aunque sepa que lo que contamos no ocurrió realmente.
- Si la ambientación es una simple cuestión de comodidad, porque ya conocemos la época histórica y nos gusta escribir sobre ella, tendremos más libertad a a la hora de introducir ficción, pero deberemos crear una trama mucho más fuerte que en el resto de las opciones.
Personajes
Los personajes históricos son especialmente delicados de modelar: no sólo debemos dotarlos de una personalidad, sino que además ésta debe ser plausible dentro de la época en la que le ha tocado vivir, incluso en su psicología. Por ejemplo, sería bastante raro que a nuestro soldado romano le pareciera que tener esclavos no está bien. Evidentemente, si queremos que el lector se identifique con ese personaje esclavista, no podemos intentar convencerle de que piense como él, pero sí debemos hacer que al menos lo entienda y no le dé importancia. Lo mismo se aplica a las costumbres y las relaciones personales: todo debe ser creíble para la época y razonable para el lector; esto último sólo lo conseguiremos si no tratamos de justificar la conducta del personaje, sino que simplemente dejamos que haga lo que quiera y no le damos importancia: el lector comprenderá que no son facetas que hemos elegido ni apoyamos, sino que vienen dadas por el contexto.
Ambientación
Éste será el plato fuerte de la novela, y lo que el lector mirará con más cuidado, sobre todo si es un experto. Aún así, y a pesar de todo lo que sabemos sobre el ambiente de nuestra novela, no es necesario contarlo todo: sólo incluiremos aquella información que sea importante para la obra; es decir, que aunque sepamos de qué color eran los ojos del duque de York, no tiene sentido incluir ese dato si nuestro personaje lo ve desde una casa de tres plantas.
El lenguaje que utilizan los personajes puede ser uno de los puntos más críticos: no necesitamos escribir toda una novela tal y como se hablaba en el siglo XIX, pero sí deberíamos reproducir al menos los tratamientos de cortesía (¿cómo se dirige un padre a un hijo y viceversa? ¿Cómo se saludan los amigos? ¿Cómo se hablan el marido y la esposa?); incluso podemos buscar alguna expresión curiosa que dé al lector la sensación de que ya no está en su tiempo pero que no le haga buscar en el diccionario cada dos frases. Asimismo, en las partes narrativas o descriptivas, trataremos de utilizar los términos más exactos posibles, explicar sus significados siempre que lo consideremos necesario y emplear un lenguaje temporalmente neutro; es decir, huiremos de expresiones muy modernas o coloquiales que puedan devolver al lector a su mundo de una patada. Si queremos introducir un fragmento coloquial, buscaremos expresiones de la época (que podemos adaptar) o inventaremos algunas que resulten verosímiles.
La novela histórica es uno de los géneros que más esfuerzo requiere, ya que el proceso de documentación necesario y, con frecuencia, muy largo. Sin embargo, también enriquece mucho al escritor, que puede dar rienda suelta a su curiosidad para crear una obra sorprendente.
La popularidad actual de la novela histórica ha hecho que éste sea un género muy atractivo para autores, tanto noveles como consagrados, que tienen una buena formación en historia o la curiosidad necesaria para formarse ellos mismos. La principal baza de estas novelas es la ambientación, basada en un escenario basado en una situación real pero que corresponde a un pasado más o menos lejano, por lo que el resto de las características de la obra (trama, personajes, finalidad) admiten muchas variaciones distintas.
Los fines que pueden llevar a un escritor a escribir una novela histórica son muy distintos, y de ellos dependerá que el resultado tenga un grado mayor o menor de ficción: desde el realismo de las novelas de costumbre hasta las que se ubican en un período histórico por simple comodidad del escritor, pasando por las que opinan sobre determinados hechos históricos, los plantean de forma diferente o incluso ironizan sobre ellos.
En cualquier caso, como una novela se construye con personajes que no siempre están gobernando un país, lo más importante será reflejar la realidad del momento histórico desde lo más básico: las comidas, los vestidos, el transporte, la forma de relacionarse... Todos esos detalles ayudarán al lector a entrar en el tiempo de la novela y darán a nuestros personajes la humanidad necesaria para que el lector pueda interesarse por ellos. Nunca debemos olvidar que la barrera del tiempo que existe en la realidad del lector debe romperse en la novela.
Asimismo, es importante destacar que solemos hablar de novela histórica siempre que la ambientación corresponde a una época que, en el momento de la escritura, ya ha pasado. Si utilizamos una época actual, hablaremos de narrativa de no-ficción o narrativa documental
Documentación
Este proceso es quizá el más largo, y requerirá una serie de pasos:
1. Delimitar grosso modo la época y el lugar en los que queremos ambientar nuestra novela. En un principio, podemos escoger una época amplia, como el imperio etrusco o el siglo XVIII pero, a medida que avancemos en nuestra documentación, deberíamos ir afinando mucho más; lo mismo haremos con el escenario.
2. Documentación general. En esta fase, leeremos y recogeremos todos los datos importantes sobre la época y el lugar escogidos (grandes eventos históricos, personajes más notables...) y sobre los lugares más cercanos o que más relación tienen con el que hemos escogido. Por ejemplo, si elegimos la época de los faraones, tendremos que leer también sobre su relación con el Imperio Romano.
3. Delimitación del tiempo y el lugar. Tras esta primera toma de contacto con el contexto histórico, es hora de situarnos de una manera más clara. En este punto, deberíamos ser capaces de decidir el momento histórico y el lugar exacto en el que tendrá lugar la acción. Geográficamente, deberíamos marcarnos una zona muy concreta, casi una ciudad; históricamente, deberíamos delimitar entre un siglo (para épocas muy antiguas) y un mes (para historia muy reciente).
4. Documentación específica. Ahora que sabes exactamente dónde vas a moverte, es hora de buscar los detalles que pasaste por alto en la fase 2. En este punto, investigarás sobre las biografías de los principales personajes de la época, las ciudades o asentamientos, la arquitectura y, sobre todo, la historia inmediatamente anterior. No olvides que tus personajes no han aparecido de la nada en la época y el lugar que les has marcado, sino que viven en ella, y conocen al menos la historia más reciente, la que les han contado sus padres y abuelos. Sería interesante que trabajaras también esos personajes y su implicación en la historia: si estaban a favor o en contra de tal ley, si protagonizaron una revuelta, si conocieron a algún duque... Todo eso ayudará a anclar al personaje a su propio tiempo.
5. Usos y costumbres. Una vez que ya has reunido suficiente información histórica sobre "gente importante", es hora de dar color al pueblo: interésate por los medios de transporte, las relaciones diarias de la gente, la forma de organizar el hogar, las comidas, las modas... En esta labor pueden ayudarte mucho algunas enciclopedias y las organizaciones de recreación histórica: casi todas tienen páginas web en las que podrás ver los trajes típicos, las formas de ocio e incluso algunas curiosidades y anécdotas.
Trama
En función de cuál sea el motivo por el que hemos elegido la época, la trama podrá estar dirigida de una u otra manera:
- Si nuestra intención es simplemente mostrar el momento histórico al lector, la trama será más sencilla y los personajes posiblemente sean de clase media o baja y sufrirán directamente alguna política o hecho histórico que consideremos central en nuestra novela.
- Si queremos mostrar un punto de vista novedoso sobre un hecho histórico, podemos valernos de algún personaje conocido y contar su vida de manera un poco más cercana o partir de un personaje que en principio no tiene nada que ver con el hecho histórico pero que se ve afectado de alguna manera. Si además nuestro personaje es irónico, podemos incluso crear una novela de humor.
- Si lo que pretendemos es crear una historia alternativa, tendremos que tener especial cuidado con los datos que vamos a reinventar: el lector no debe poder reconocer qué es verdad y qué es ficción dentro de la historia, aunque sepa que lo que contamos no ocurrió realmente.
- Si la ambientación es una simple cuestión de comodidad, porque ya conocemos la época histórica y nos gusta escribir sobre ella, tendremos más libertad a a la hora de introducir ficción, pero deberemos crear una trama mucho más fuerte que en el resto de las opciones.
Personajes
Los personajes históricos son especialmente delicados de modelar: no sólo debemos dotarlos de una personalidad, sino que además ésta debe ser plausible dentro de la época en la que le ha tocado vivir, incluso en su psicología. Por ejemplo, sería bastante raro que a nuestro soldado romano le pareciera que tener esclavos no está bien. Evidentemente, si queremos que el lector se identifique con ese personaje esclavista, no podemos intentar convencerle de que piense como él, pero sí debemos hacer que al menos lo entienda y no le dé importancia. Lo mismo se aplica a las costumbres y las relaciones personales: todo debe ser creíble para la época y razonable para el lector; esto último sólo lo conseguiremos si no tratamos de justificar la conducta del personaje, sino que simplemente dejamos que haga lo que quiera y no le damos importancia: el lector comprenderá que no son facetas que hemos elegido ni apoyamos, sino que vienen dadas por el contexto.
Ambientación
Éste será el plato fuerte de la novela, y lo que el lector mirará con más cuidado, sobre todo si es un experto. Aún así, y a pesar de todo lo que sabemos sobre el ambiente de nuestra novela, no es necesario contarlo todo: sólo incluiremos aquella información que sea importante para la obra; es decir, que aunque sepamos de qué color eran los ojos del duque de York, no tiene sentido incluir ese dato si nuestro personaje lo ve desde una casa de tres plantas.
El lenguaje que utilizan los personajes puede ser uno de los puntos más críticos: no necesitamos escribir toda una novela tal y como se hablaba en el siglo XIX, pero sí deberíamos reproducir al menos los tratamientos de cortesía (¿cómo se dirige un padre a un hijo y viceversa? ¿Cómo se saludan los amigos? ¿Cómo se hablan el marido y la esposa?); incluso podemos buscar alguna expresión curiosa que dé al lector la sensación de que ya no está en su tiempo pero que no le haga buscar en el diccionario cada dos frases. Asimismo, en las partes narrativas o descriptivas, trataremos de utilizar los términos más exactos posibles, explicar sus significados siempre que lo consideremos necesario y emplear un lenguaje temporalmente neutro; es decir, huiremos de expresiones muy modernas o coloquiales que puedan devolver al lector a su mundo de una patada. Si queremos introducir un fragmento coloquial, buscaremos expresiones de la época (que podemos adaptar) o inventaremos algunas que resulten verosímiles.
La novela histórica es uno de los géneros que más esfuerzo requiere, ya que el proceso de documentación necesario y, con frecuencia, muy largo. Sin embargo, también enriquece mucho al escritor, que puede dar rienda suelta a su curiosidad para crear una obra sorprendente.
Publicado por Gileblit
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