Géneros narrativos 2. Terror

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Un buen relato de terror debe hacer que quien lo lee realmente sienta miedo y tiemble en su silla, su butacón o agarrado a una barra del Metro. Pero, ¿qué es el miedo? Y aún más importante, ¿cómo podemos desencadenarlo? El miedo no es ni más ni menos que una sensación o efecto psicológico, normalmente inconsciente e irracional, lo cual nos complicaría la vida de mala manera de no ser porque este efecto lo producen, directa o indirectamente, estímulos reales (imágenes, sonidos, olores…) que sí podemos describir y transmitir a los lectores fácilmente.

Dichos estímulos no tienen por qué ser terroríficos per se (cuerpos descuartizados, sangre por todas partes, asesinos con motosierras…); de hecho, cuanto más sutiles sean, más “irracional” y potente será el miedo del lector. Una luz que parpadea, los zapatos que se pegan al suelo, unas pisadas irregulares que se acercan… Cualquiera de esas sensaciones puede provocar más angustia e inquietud que un asesino con una motosierra, porque en ese caso todo el mundo sabe ya cuál es el peligro. Si utilizamos pequeños estímulos, el lector podrá sentir realmente la historia y además jugaremos con el factor de la incertidumbre, esencial para crear esa angustia que destila el miedo.

Además, para añadir más pólvora, podemos introducir tanto estímulos internos como externos, es decir, nuestro asesino silencioso puede competir en la mente de nuestro protagonista con un miedo atroz a las alturas o una enfermedad que le hace necesitar una determinada medicina cada poco tiempo: al motivo de angustia externo (el asesino) añadimos la propia del personaje, con la que podemos crear conflictos aún más enrevesados e inquietantes.

El personaje del relato de terror

Sin embargo, el personaje de un relato de terror no puede tener sólo defectos: un hombre cobarde que no correría todos los riesgos que se le presentaran para salvar la vida de su hijita no merecería la atención del público y, por supuesto, no generaría ninguna tensión. Para que un relato de terror funcione, necesitamos que el lector tenga realmente algo por lo que temer: un personaje, una causa, una familia, etc. por los que temer. Para ello, debemos crear una empatía, dotar a nuestro personaje de una historia y unos defectos con los que el lector pueda identificarse y de un objetivo que le lector desee que se cumpla: salvar la vida de un ser querido, librar al mundo de una raza malvada, acabar con un asesino peligroso…

Asimismo, el hecho de que sea valiente y se enfrente a sus miedos, tanto internos como externos, no convierte a nuestro personaje en un ser todopoderoso e inmune al miedo al todo le sale bien porque sí. Nadie empatiza con alguien que se lanza a cuerpo contra nuestro asesino de la motosierra y vence sin llevarse ni un rasguño, ni con el que va por un laberinto y da con la salida a la primera: el personaje comete errores y tiene defectos humanos.

Además, cada acción de los personajes debe estar motivada por su forma de ser y por la lógica común, la que el lector puede comprender: cuando uno tiene miedo camina despacio y escuchando con atención, no se planta en un quirófano lleno de armas potenciales y empieza a gritar para que vayan a por él. Esto no quiere decir que de vez en cuando no podamos icluir actos absurdos (como bajar al sótano del que viene una voz espeluznante), sino que deben ser comprensibles y estar justificados por algún motivo que el lector pueda considerar legítimo (el protagonista lleva tanto tiempo en la casa encantada que ya ha perdido cualquier esperanza de salir y llama al asesino para un duelo final).

En resumen, nuestro personaje debe ser admirable, pero siempre dentro de lo verosímil.

El escenario del relato de terror

Las localizaciones clásicas de los cuentos de terror, a pesar de ser tan conocidas y comunes, siguen vigentes: un castillo abandonado, un antiguo hospital psiquiátrico, una cárcel… Todas ellas son localizaciones magníficas y llenas de un bagaje dentro de la literatura que puede ayudarnos a crear la atmósfera de terror en las mentes de nuestros lectores. No obstante, también debemos tener en cuenta que será más difícil sorprender y crear conflictos suficientemente novedosos como para crear la angustia de la que hablábamos al principio. Por ello, muchos recomiendan buscar escenarios nuevos, que tengan aún poco uso en la literatura de terror. Convertir un parque infantil o un supermercado en lugares apropiados para nuestras historias puede suponer un reto, pero con un poco de trabajo podemos despertar la imaginación del lector de manera mucho más efectiva.

Transformar un lugar normal, sin encantamientos ni fantasmas, en un lugar terrorífico, requerirá descripciones sugerentes, detalladas y tan sensoriales como sea posible. Unas escaleras pueden casar más en nuestra atmósfera si son empinadas y crujen, o si el mármol está tan frío que se nota a través de los zapatos (en ambos casos estamos utilizando los sentidos). Unos pocos detalles también pueden ayudarnos: una mansión enorme no tiene nada de especial, es tan poco detallado que el lector puede distraerse. Sin ambargo, si le añadimos unos pocos detalles, como que tiene parterres de flores marchitas, que hay un juguete caído en el suelo o tejas rotas bajo una ventana, la mente del lector tiene más con lo que trabajar y se mete más en la historia.
También podemos usar la relación con el contexto para crear extrañeza: un campo de hierba verde y perfectamente recortada en un parque no es terrorífico, pero si lo ponemos en un lugar menos común, como una casa que lleva décadas abandonada, ya empieza a ser más inquietante.

El final del relato de terror, como el de cualquier otro relato, puede ser tan feliz o trágico como queramos; la única condición es que sea sorprendente. Después de hacer que los personajes lo pasen tan mal, no podemos darles un final insulso: la inquietud debe durar hasta la última línea; incluso podemos prolongarla más, si queremos emplear un final abierto.


Para que un relato provoque verdadero miedo en el lector, debemos darle unos personajes a los que comprenda y admire, para que realmente le preocupe lo que les pueda pasar; un escenario detallado y descrito con muchos recursos sensoriales y unas acciones lógicas que lleven a un final sorprendente.


Publicado por Gileblit

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