Géneros narrativos 3. Fantasía épica

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La literatura fantástica es una de las más antiguas: desde la Edad Media se cuentan historias de caballeros heroicos que afrontaban grandes gestas: matar dragones, rescatar bellas damiselas… Las obras que hoy en día enmarcamos dentro de este género provienen directamente de ellas, pero tienen temáticas más variadas. El conocimiento de otras mitologías, así como las referencias que tenemos dentro del propio género, nos han ayudado a desarrollar historias originales y muy distintas a pesar de las similitudes.
Los principales atractivos de la literatura fantástica son el escenario y la trama: del primero se espera que sea novedoso dentro de los cánones de la literatura fantástica; de la segunda, que desde el principio tenga un objetivo muy concreto pero difícil de alcanzar. De ambas hablaremos en los siguientes puntos.

Escenario
El ambiente en el que se desarollan las novelas conocidas como “fantasía épica” o “espada y brujería” suele basarse en un tiempo que se suele llamar “pseudo-medieval”. Sus características principales son:
-      El reino es la forma política por antonomasia: una familia real gobierna su territorio y, con frecuencia, pelea con sus vecinos
-      Estamentos sociales marcados: nobleza, clero y pueblo llano
-      Armamento anterior a la pólvora o correspondiente a su fase más temprana (trabucos, cañones…)
-      Construcciones como castillos, fuertes, palacios…
-      Leyendas y supersticiones

Sobre este molde construiremos nuestro mundo de fantasía. Para darle un sabor especial y que no se quede en otro mundo más, podemos introducir elementos mágicos (objetos, pócimas, magos, seres mitológicos), siempre en su justa medida, y una buena colección de seres mágicos, preferentemente inventados o que muestren algún rasgo novedoso de otros ya existentes: elfos malvados, wyverns que ayudan a los viajeros… En esta tarea pueden ayudarnos mucho las mitologías: hay muchos mitos poco conocidos en nuestra cultura que podemos introducir en nuestros relatos. No obstante, siempre será crucial añadir algo de nuestra propia cosecha: los mitos en los que nos basemos, aunque sean poco conocidos, están ya ahí; pero si les damos un par de vueltas podemos crear personajes inolvidables. (Si queréis ver un ejemplo de creación de seres fantásticos, os invitamos a leer La espada de la Verdad, de Terry Goodkind.)
Como estamos basando toda nuestra historia en un mundo desconocido, conservar la verosimilitud del relato será muy importante; para ello es necesario que llamemos a las cosas por su nombre: si quieres escribir un buen relato fantástico, necesitarás glosarios o esquemas de las partes de una armadura, los distintos tipos de armas blancas o de pólvora, los elementos de un escudo, etc.
Para darle aún más personalidad al mundo, también podemos inventar nombres, tanto para objetos y accidentes geográficos como para nuestros personajes. No obstante, hay que ser comedido: un aluvión de palabras extrañas sólo conseguirá desconcertar al lector. Lo primero que debemos considerar, respecto a nombres de objetos o seres, es si ya tenemos una denominación para ellos en nuestro idioma. Si no existe esa realidad en concreto pero sí algo similar, podemos ayudar al lector dándole un nombre parecido, para que vea fácilmente la relación. Si el objeto que buscamos no existe o queremos crear un nombre para un personaje, deberíamos tener muy en cuenta la lengua materna del lector y cómo está acostumbrado a leer (fonéticamente, como el español, o no fonéticamente, como el inglés) para crear nombres de lectura y pronunciación fácil.

Trama
Incluso dentro de nuestro perfecto mundo de fantasía tiene que haber un conflicto, algo que podamos contar a nuestros lectores. En este tipo de novela lo más normal es partir de un problema principal que pone en peligro a un reino entero, o incluso al mundo en su conjunto, y empezar por ahí a hilar la trama.
El hilo principal (la lucha del protagonista) será el más largo y complejo, el que implique a más personajes y tenga un mayor peso dentro de la historia, pero puede haber argumentos secundarios. Tomemos como ejemplo El señor de los anillos: el objetivo principal es tirar el anillo de poder al Monte del Destino, pero hay tramas secundarias que se entrecruzan con ella: el romance entre Aragorn y Arwen, la historia de Gondor, las aventuras de Merrin y Pippin… Muchas veces todas estas historias acaban uniéndose al final, pero no es un requisito. De hecho, hay novelas fantásticas que se desarrollan justo al contrario: parten de un solo grupo de personajes que se van separando y encontrando finales independientes.
Crear la trama de una novela fantástica será el punto más delicado, porque debemos sopesar la importancia de cada uno de los hechos y, sobre todo, sorprender. Tenemos a nuestra disposición el recurso de la magia, que podemos y debemos utilizar, pero siempre de manera coherente: cada ser fantástico y cada objeto mágico tendrán una historia y unas propiedades que serán cruciales para la trama, pero que no pueden aparecer de la nada. Si queremos que la trama sea verosímil, tendremos que hacerle creer al lector que nuestras creaciones totalmente inventadas realmente podrían existir, y que no siempre funcionan en beneficio del protagonista.


Personajes

Héroe
En toda novela fantástica necesitamos un héroe que acometa una misión titánica: salvar el mundo, destruir un ser maléfico… Este personaje deberá tener unos ideales admirables (o, al menos, sorprendentes) que conecten con el lector. Normalmente, el héroe será valiente, decidido y honesto, a veces demasiado, y sus intenciones serán altruistas. Pero como no todo puede ser perfecto, porque entonces no habría novela, nuestro héroe también debe tener debilidades: miedos, inseguridades, poca inteligencia… Algo que le dificulte llegar a su objetivo. No lo olvidemos: el interés de la novela fantástica es que este héroe se enfrenta a una lucha desigual y que, a pesar de que es mejor que muchos, sigue pareciendo frágil frente a lo que se le viene encima.

A pesar de que éste es el modelo más normal, no faltan los ejemplos de novelas en las que el protagonista no es un héroe, sino un antihéroe que no busca nada en concreto, sino al que de alguna manera se le exige que cumpla una misión o que tiene objetivos poco ambiciosos. Un ejemplo claro sería Elric de Melniboné: el Emperador Albino es físicamente frágil, siempre depende de los seres sobrenaturales para salir de sus apuros y lo único que le mueve es la venganza por su amada, e incluso eso llega un momento en el que no le dice nada. Sin embargo, es un buen personaje, porque tiene una lucha interna que al lector le interesa más que su fortaleza o que luche por unos u otros ideales. Ésta es una carta difícil de jugar porque hay requiere mucho más trabajo con el personaje, pero puede ayudarnos a crear una historia verdaderamente épica.

Oposición al héroe
El enemigo de nuestro héroe normalmente será un villano absolutamente opuesto al protagonista: un ser ruin y egoísta que cree no tener debilidades. La forma de tratar a estos personajes suele ser casi una caricatura, pero si profundizamos un poco podemos encontrar otras formas de oposición al personaje menos utilizados pero mucho más interesantes: el enemigo que forma parte de la familia del héroe (trilogía El elfo oscuro, de R. A. Salvatore), que el único impedimento para la misión sea el propio héroe (Elric de Melniboné, de Moorcock), que haya varias némesis y el héroe tenga que aliarse con la “menos mala” (saga de Corum, de Moorcock), que la misión del héroe esté en peligro por una trama mucho mayor y su único objetivo sea capear el temporal (Geralt de Rivia, de Sapkowski) o incluso que la némesis sea la protagonista (trilogía La gema soberana, de Margaret Weiss).

Compañero
El héroe necesita alguien con quien hablar, alguien que lo acompañe y le complemente. Para contrastar con la seriedad del héroe, que está envuelto en una misión importante y normalmente no es muy dado a las risas, este compañero suele ser alegre y charlatán, o al menos tener algo divertido, como Zed en La espada de la verdad, o Jaskier en Geralt de Rivia. Este compañero no tiene por qué ser siempre el mismo (Elric, por ejemplo, tiene uno distinto en cada libro, y a veces varios dentro del mismo).
Si queremos que este secundario sea más interesante, podemos hacer que tenga conocimientos que el héroe necesita (como Shail, de Memorias de Idhún, que conoce el mundo de Idhún mucho mejor que los protagonistas), tener una misión que se relaciona directamente con la principal (Boromir, de El señor de los anillos, en realidad lucha por el reino de Gondor) o ser fundamental para conseguir el fin deseado.


Un mundo en peligro, un héroe listo para lanzarse a una lucha desigual contra un enemigo casi invencible, objetos de poder, seres fantásticos y un mundo con sabor a leyenda son los ingredientes principales de la buena fantasía épica.



Publicado por Gileblit

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