El texto y el lector

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El arte es un capricho del artista, no cabe duda: el verdadero escritor trabaja en primer lugar para él mismo , pero, ¿debe llegar al extremo de no pensar en sus lectores?



En tanto que comunicación, la literatura no debería perder nunca de vista su destino: el lector; sin embargo, esto no tendría que coartar en modo alguno nuestra libertad artística. ¿Dónde está entonces el punto de equilibrio?
La escena se complica además si pensamos que hoy más que nunca el público lector comprende a todos los estratos de la sociedad, nacionalidades, sensibilidades y signos políticos, así que, ¿cómo podemos hacer que nuestro mensaje llegue realmente? 
En este artículo veremos que en función de la variedad de lectores a los que queramos apelar, tenemos básicamente dos opciones: textos de receptor marcado y textos de receptor no marcado.

Si queremos dirigirnos a un tipo de lector en particular (infantil, joven, femenino, masculino, especializado, occidental, oriental...) estaremos escribiendo un texto de receptor marcado. Evidentemente, tiene sus ventajas: sabemos qué temas son más interesantes para nuestro público, cómo deberíamos tratarlo, qué espera de un escritor... pero también encierra un peligro: el de caricaturizar al lector. Al intentar dirigirnos específicamente a personas con ciertos rasgos, corremos el peligro de homogeneizarlos y exagerarlos, olvidando que aunque tengan rasgos en común, los lectores son personas individuales y distintas. Por ejemplo, un libro infantil no debería hablar de física cuántica, ni utilizar un lenguaje racista, pero, ¿por qué no podemos utilizar palabras un poco elaboradas? Cierto, un niño pequeño posiblemente no las conozca, pero no le subestimemos: él mismo intentará deducir su significado, y si no, le preguntará a su padre o a su madre. Nuestras obras no deberían reducir al lector, sino ayudarle a crecer dándole algo nuevo. Siguiendo con el mismo ejemplo, no a todos los niños les gustan las mismas historias, y tampoco a sus padres, que son a fin de cuentas quienes tendrán que leérselos en muchos casos. Pensar en todas las posibles diferencias y respetarlas, así como tener en cuenta todo lo que rodea a nuestros lectores nos ayudará a hacer llegar nuestro mensaje.
Dentro de los textos no marcados estarán aquellos cuyos lectores pueden pertenecer a cualquier grupo de edad, ideología o nacionalidad. Podríamos pensar que esta es la literatura más fácil de escribir, porque no tendremos que ceñirnos tanto a un tipo de lenguaje o tema, pero en realidad requiere una elaboración muy especial. El principal objetivo es que el contenido sea atractivo y el lenguaje lo más natural posible para cualquiera que quiera leerlo; y dado que hay tantas personas distintas que querrán leernos, no es tarea sencilla. El secreto de un buen texto no marcado es apelar a las emociones, 'con-mover' al lector. Puede que nuestros lectores sean distintos y sus intereses difieran mucho, pero todos se sentirán identificados con personajes y tramas que apelen a su forma de pensar y sentir. Puede que una misma historia despierte la rabia de unos y la pena de otros, pero lo importante es que despierte algo, y cuanto más amplio sea el espectro de lectores, más tendremos que apelar a las emociones primarias. Si escribimos para niños, lo más probable es que utilicemos personajes extravertidos, divertidos y aventureros; sin embargo, dentro de un público general, será mucho más efectivo si, además de aventurero, tiene un odio infinito hacia cierto personaje o tiene una gran ambición.

Sea cual sea tu estilo, siempre debes recordar una regla de oro: todos tus lectores tienen rasgos comunes en los que puedes apoyarte, pero también diferencias que debes respetar.


Publicado por Gileblit

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